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miércoles, 16/04/25

Científicos chilenos estudian efectos del mercurio en ballenas de la Antártica durante la ECA 61

Para el análisis de estos mamíferos, los investigadores emplearon métodos no letales, como biopsias de piel y grasa obtenidas con dardos especializados.

En el marco de la LXI Expedición Científica Antártica (ECA 61), organizada por el Instituto Antártico Chileno (INACH), un equipo interdisciplinario de investigadores del Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN) lleva adelante un innovador estudio sobre la presencia y efectos del mercurio en los ecosistemas antárticos, específicamente en las redes tróficas marinas que incluyen a las ballenas barbadas.

El proyecto, titulado “Una mirada a la acumulación de mercurio y sus efectos en las redes tróficas de ballenas barbadas de las islas Shetland del Sur y la península Antártica”, es liderado por Gustavo Chiang, del Centro para la Resiliencia, Adaptación y Mitigación de la Universidad Mayor de Temuco, y cuenta con la participación de expertos de diversas instituciones nacionales, como la Universidad de Las Américas, la Universidad de Antofagasta y el programa de doctorado en Ecología Integrativa de la U. Mayor.

El mercurio, considerado por la OMS como una de las diez sustancias más peligrosas para la salud humana y la vida silvestre, puede ingresar a las cadenas alimenticias marinas y acumularse en los tejidos de organismos como el kril, el zooplancton y, finalmente, los grandes depredadores como las ballenas. El estudio busca comprender esta acumulación y su impacto en los organismos, utilizando marcadores moleculares, bioquímicos y de salud.

Durante esta primera campaña en la bahía Fildes, el equipo recolectó muestras de agua, fitoplancton, zooplancton, kril y biopsias de ballenas jorobadas para su análisis. En total, se tomaron 15 biopsias de cetáceos y se observaron entre 17 y 18 ballenas, en su mayoría jorobadas, aunque también se registraron avistamientos de una ballena sei y una ballena minke.

Miguel Ávila, uno de los investigadores, destaca: “Algunas fueron vistas más de una vez, lo que sugiere que regresan o permanecen en la zona por, al menos, tres o cuatro días. Esto es relevante, ya que están expuestas a las condiciones de la bahía, incluyendo la calidad del agua, la presencia de kril y también la actividad turística, que es considerable en la zona”.

Para los investigadores, las ballenas funcionan como centinelas del ecosistema marino. Debido a su larga vida, posición en la cadena alimenticia y similitudes fisiológicas con los humanos, pueden reflejar los efectos acumulativos del mercurio y otros contaminantes en los océanos.

“Las ballenas, al igual que nosotros, son mamíferos, lo que las convierte en un reflejo ideal de lo que podría estar ocurriendo en los seres humanos ante la misma exposición”, explica Gustavo Chiang. “Nos ofrecen una perspectiva de los efectos a mediano y largo plazo en los océanos y en nuestras propias vidas”.

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